Personajes que delatan su clandestinidad estando en su propio país; que miran hundirse el terruño desde la cómoda nostalgia del exilio; que cruzan una y otra vez sus fronteras sólo para mirar con ojos frescos el derrumbe de siempre. Los cuentos de Apocalipsis (todo incluido) avanzan con soltura por caminos cuesta arriba: dudosas herencias familiares, arrestos que derivan en partidos de futbol llanero, amigos de toda la vida que funcionan como el mejor de los enemigos; pero también remontan corrientes traicioneras: la necesidad de reinventarse en medio de cada crisis, de sobrevivir a las batallas que se pierden por goliza. “Si Villoro fue desde joven proclive a la meditación epigramática y el vuelo metafórico, en sus últimos relatos el lenguaje está trabajado hasta volverse consistente con la misteriosa psique de sus criaturas, que se salvan —se transforman— casi por casualidad y tal vez sin merecerlo, como si a punta de purgar un pecado hubieran acumulado los méritos necesarios para dejar de ser culpables, para poder ser, otra vez, lo que son y dejar de traer al diablo.” Álvaro Enrigue