Durante los años en los que la amenaza de la ultraderecha cobraba alcances globales, en México se
disputaba la escena pública entre el bando progresista afiliado al gobierno de Lázaro Cárdenas del Río
y una reacción que se oponía a sus políticas y que no ocultó la simpatía que los regímenes fascistas de
Europa le inspiraban. Acorde a la demanda de los tiempos, el joven poeta Efraín Huerta no dudó en
apelar a una definición “moral, psicológica y estética” del artista o el intelectual. No sorprende, entonces,
el tono aguerrido de muchas de sus colaboraciones en el diario que el cardenismo fundó para
contrarrestar los ataques que los consorcios mediáticos lanzaban en contra de su gobierno: El Popular.
En el universo nada desdeñable de esos espacios, hasta ahora olvidados por la historiografía literaria y
que se presentan en este necesario volumen, se leen las distintas facetas de una trayectoria fundamental
para las letras mexicanas. Aunque pareciera que el comentario político era el principal motor de la
pluma de Huerta en estas columnas, en ellas hay lugar también para un variopinto espectro de registros
e intereses: el habla popular, los espacios urbanos, reseñas literarias, entre otros. De entre todos
los escenarios que se dibujan en las más de mil cien colaboraciones de Huerta en El Popular, dos destacan
por su centralidad: por un lado, la denuncia política del fascismo mundial y mexicano; por otro, la
respuesta de la poesía —y de la literatura y del arte en general— ante esa realidad agobiante.